@twitturquino: un reto cumplido

Aquí los dejo con las crónicas de Karina y un sin fin de amigos de la red.

kokacub@

El encuentro y el viaje (+Fotos)

Tengo todavía demasiado a flor de piel las emociones como para escribir el post que merece este viaje al Turquino. Confieso que viajé a Santiago con el dolor de los que no podrían estar, pero a medida en que se fue formando el grupo me fui convenciendo de que sería una empresa inolvidable.

 Johnny y Dianet en la yutong rumbo a Santiago

En la Universidad de Oriente nos acogieron con una sonrisa. A  ellos nuestro primer agradecimiento. Claro, Rodolfo y Camilo,  nuestros más intrépidos turquinautas, pues viajaron de la Habana  a Santiago de Cuba en camión soportando torrenciales aguaceros  y luego el frío de la madrugada con las ropas mojadas; bueno,  ellos, tuvieron que esperar un poquito por la hospitalidad,  porque a las 4 de la mañana era bien difícil que alguien les dijera  dónde estaban los cuartos en los que íbamos a descansar.

Después se nos unieron Betsy y Arnaldo, los matanceros que  habían llegado el día 10 y que junto a Chely y Carlos descubrieron  la ciudad mientras esperaban. Más tarde aparecieron los  camagüeyanos: Carmen Luisa, Yurislenia, Albertico, Rafa el  Turquinauta mayor y Ernesto, el chofer. Ya la tropa estaba casi a  la mitad.

Por los holguineros Elizabeth hacía de anfitriona mientras Dianet  llevaba a los muchachos de la Habana a gestionar su regreso y  Johnny y yo veíamos la guagua que nos trasladaría al campismo. Este es nuestro segundo agradecimiento, a los compañeros de transporte en Holguín y Santiago, que tan amablemente nos dieron la mano para hacer posible esta aventura.

En la noche la Casa de la Prensa de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) en Santiago fue nuestro cuartel general y Lourdes Palau, su presidenta, nuestra hada madrina. Con ella contactamos a través de la UPEC de Holguín y rápido nos prepararon una excelente comida, se convirtieron en gestores de pasajes de retorno para las spirituanas Mary Romero y Yumey que llegaron sobre las 10 pm, y hasta en comité de recepción para los que llegaron en la noche en avión: Sheyla, Reinier y María Antonieta.

Esa primera noche en Santiago bailamos, tomamos helado, hicimos la primera reunión, sí porque las reuniones no podían faltar y era necesario ponerse de acuerdo en algunas cosas; y hasta hubo un grupito, autodenominadado pelotón suicida, que se quedó hasta media madrugada conversando, jugando, conversando.

La partida al día siguiente fue un tanto demorada y al final fue bueno, porque István, el tunero, llegó justo al momento de irnos.

Restos del Oquendo, buque de la escuadra del Almirante Servera

La carretera hacia La Mula, el campismo, es un espectáculo. Está en muy malas condiciones, pero hay que ver esa combinación de mar y montañas y a cada lado fragmentos de la historia de nuestro país, ya sea en los restos de un barco hundido en la guerra de 1898, los cementerios creados por los campesinos de la zona por la imposibilidad de acudir al médico, antes de 1959, y los monumentos de los combates de esas últimas guerras de liberación.

Por el camino varias canciones. Vieja y nueva trova se unieron a Buena Fe y hasta canciones infantiles y rancheras. “También me dijo un arriero, que no hay que llegar primero, si no hay que saber llegar”, cantábamos y todos reíamos, porque sin lugar a dudas emprender la escalada al Pico Turquino lleva esa filosofía. También hubo versiones como: “Hay quien va a la loma y no va al Turquino, y no va al Turquino, pero va a la loma. Hay quien tiene un blog y no escribe nada, y no escribe nada. Pero tiene un blog”. Así llegamos al campismo.

Allá nos esperaba una sorpresa. Un grupo de jóvenes trabajadores de la salina de Nuevitas, en Camagüey, hicieron entrada un poco después que nosotros y se convirtieron en nuestros compañeros y amigos. Hicieron el viaje sobre la cama de un camión al sol; 15 horas dando rueda conquistaron la admiración de todos, porque lo de menos era el viaje, sino la alegría con la que llegaron, las energías. Junto a ellos bailamos esa noche y no se quedó nadie sin dar cintura.

Johnny y Dianet en la yutong rumbo a Santiago

Restos del Oquendo, buque de la escuadra del Almirante Servera

En la UPEC de Santiago de Cuba, todavía faltaban algunos miembros del grupo

 

PostTurquino I

 

Los exploradores de la charca perdida (+Fotos)

Recibimos el segundo día cantando a orillas del río, con más estrellas sobre la cabeza de las que nunca había visto. Después del baile y cuando la luz eléctrica que brindaba la planta se agotó, nos trasladamos a cantar hasta las tres de la madrugada. Aprovechamos también para pactar la subida al Pico Turquino junto a los camagüeyanos de la salina y la muerte de un cerdito para festejarlo. Todo quedó listo para que en la mañana nos fuéramos de excursión por las márgenes del río.

Nos dio un tanto de trabajo levantarnos, pero finalmente nos reunimos para el desayuno y luego escuchamos un montón de historias sobre el lugar. Descubrimos leyendas como las del “pájaro de la bruja” o el por qué del nombre del campismo y la existencia del cementerio; luego emprendimos camino.

Camino del río Carmen Luisa, María Antonieta y Yurislenia

El Turquino corre cristalino por entre las montañas. Aunque salimos algo tarde siempre alcanzamos a ver a las mujeres lavando y a los pobladores en sus faenas habituales. A solo unos metros del campismo un estanque maravilloso nos sirvió para refrescar un rato y admirarnos de la belleza de la Sierra Maestra. Sin embargo, bastó que alguien nos recordara que esa no era la famosa poza de “los Morones”, para arrancarnos de allí y lanzarnos, ¡a la una de la tarde!, en busca de ese sitio de cascadas y ensueños, a pesar de que nos advirtieron que eran más de tres kilometros de camino.

Los morones

Carlos fue el guía durante la travesía sobre piedras y cruces de río. Solo tuvimos una baja: una chancleta de Carmen Luisa que se llevó la corriente, sin embargo sí hubo varios “heridos”, pues no era nada fácil andar sobre las rocas y resbalar en el agua. Mas parece que para ser bloguero hay que ser testarudo, por eso en lugar de desistir seguimos hasta que la encontramos, una joya azul en medio de tanto verde. Era, sin lugar a dudas, uno de esos sitios que te quitan el aliento, de los que crees que solo existen en las películas y que raras veces la gente tiene el privilegio de conocer. Ahí lamenté mucho no ser mejor fotógrafa o que las mejores cámaras se quedaran en la retaguardia, en las faenas del puerco o guardando el almuerzo para nuestro regreso, que fue casi a las cinco de la tarde. Espero que Albertico tenga mejores imágenes que yo, para hacerle justicia a nuestra expedición y al lugar.

Esa fue una noche bastante tranquila. Algunos se quedaron preparando al cerdito, que asarían mientras estábamos en el ascenso, otros se fueron a descansar y siempre alguien robó unas horas para conversar. El sábado 14 subiríamos al Turquino, el centro de nuestro viaje.

PostTurquino II

 

Al encuentro con Martí (+Video y Fotos)

Blogueros y trabajadores de la salina camagüeyana junto a Martí

El día de la subida al Turquino yo parecía andar en cámara lenta. Había dejado todo preparado desde la noche anterior y aun así cuando llegó el camión no estaba lista. Me puse un poquito de mal humor porque no me dio tiempo a desayunar, pero en realidad todo era parte de los mismos nervios, del miedo.

Tan solo había dormido cuatro horas y media y sentía en mi cuerpo las huellas de la caminata del día antes, además de que no podía apartar de mi cabeza mi experiencia con el primer kilómetro. Esa primera vez recuerdo que la vista se me nubló, me quedé sin aire y los oídos me zumbaban. Mi gran miedo no era solo que me pasara lo mismo, sino que había comenzado cansada y que quizá no tuviera fuerzas para el regreso, cuando casi siempre hay que apresurarse para no quedar atrapados por la lluvia.

Dianet y yo llegando a la cima

Y así fue. El primer kilómetro me quitó el aliento, sin embargo ver a otra persona sentirse mal hizo que se me olvidara mi propio malestar para tratar de darle ánimos. Puedo asegurar que fue la solidaridad lo que me llevó a la cima por segunda vez. En mi primer viaje mi ángel se llamaba Emilio y ahora tuvo muchos nombres: Yumey, para quien traté de ser fuerte; Rodolfo y Camilo, quienes me esperaron con sus sonrisas limpias en la estación de La Majagua y no me dejaron sentar ni rendirme, cuando cerca del kilómetro 5 les pedí se llevaran la cámara y el mensaje que quería leer junto a Martí; y Dianet, que me dio una clase de voluntad con su avance lento y sin prestar atención a sus problemas de salud.

De la mano de “Di” llegué al claro donde está el Apóstol y entonces comenzó una fiesta de abrazos, de risas, de fotos. Allá festejamos el primer aniversario de Letra Joven, gracias a la ayuda de radioaficionados camagüeyanos, logramos hacer contacto con Radio Cadena Agramonte, y compartimos un mensaje de amor y en defensa de Cuba y la libertad de los Cinco.

Después, la difícil bajada, con Arnaldo sujetándose de las piedras en los lugares cercanos a abismos, Elizabeth con su paso indetenible contra todos los pronósticos, y Dianet, que tuvo que tomar un calmante, pero que nos iluminó a todos cuando apareció en La Cuevas, el punto de partida.

István fue otro que también nos sorprendió. Acompañó a Betsy hasta que ella se quedó en el Pico Cuba y luego nos dio alcance cuando ya veníamos de regreso de la cima. Mas, como ya dije, los blogueros son testarudos, y quizá por eso en lugar de desanimarse apretó el paso y llegó donde Martí para después pasarnos de largo en el descenso.

A mí nuevamente el primer kilómetro me maltrató. Llegué otra vez una de las últimas, pero llegué, y resulta bien difícil describir la felicidad que sentí, de tan inmensa. De los 20 solo tres no pudieron ir hasta la cumbre del Turquino, aunque hicieron el esfuerzo; sin embargo eso no significa que otros no sintieran aguijonear el cansancio o la duda. Abajo, cuando todo el mundo comienza a contar su experiencia, descubrí que cada quien había tenido un instante en el que pensó abandonar, y si no lo hicieron fue solo por mirar a su compañero, al que iba delante o detrás, pero persistiendo.

El camino de regreso se nos hizo breve, quizá más que el de la madrugada, que recorrimos en medio del sueño y la expectativa. En el campismo nos esperaba el río, como bálsamo para los dolores y un puerquito asado que nos unió en la última cena. Esa noche nos confabulamos para vernos de nuevo, más al centro del país, a conocer otro sitio hermoso y a planear qué más podemos hacer por Cuba. A la mañana siguiente comenzarían las despedidas.

Con un poco de sueño y el flash molestando en los ojos rumbo al Turquino

 

 

 

 

 

 

PostTurquino III

 

Mis tres héroes

No quiero que nadie se ponga bravo, porque de todos los participantes en esta aventura turquinauta guardo muy buenos recuerdos; sin embargo quiero dedicar este post a tres que se convirtieron en mis héroes personales. Podría incluir a Dianet, que cargó con buena parte en la organización de todo y en la subida fue un ejemplo de voluntad; mas esta vez quiero referirme a tres caballeros: Johnny, Camilo y Rodolfo.

Johnny en el punto más alto de Cuba

“El Yony”, como lo bautizamos en estos días, no tiene blog. Se unió a nosotras (blogueras holguineras) aunque ya conocía el Turquino, quizá porque adora viajar. A pesar de eso, el día antes de irnos para Santiago casi se arrepiente y ahora entiendo que nada habría sido lo mismo sin él. Por suerte, este muchachón siempre alegre se decidió a acompañarnos y así ganamos a un excelente jefe de aseguramientos para nuestra empresa.

Fue el mejor administrador: los detalles de comidas, desayunos y meriendas, además de los de transporte y otros, no se le escapaban; gracias a eso pude disfrutar un poco más de estos días. Y también fue un fotógrafo singular y un camarada en toda la extensión de la palabra, pues de su mano subió Dianet y bajé yo de aquellas lomas de la Sierra Maestra.

Johnny fue la alegría, el “guardián” de la llave del cuarto del “pelotón suicida” y por qué no, el personaje más popular.

Camilo y Rodolfo en el Pico Turquino

Camilo y Rodolfo, sin saberlo, me devolvieron la fe. Viajé a Santiago lamentando la ausencia de tantos buenos amigos de la Habana, que de algún modo me sentía triste y derrotada sin que nada hubiese comenzado todavía. Pero allá estaban ellos, un par de locos maravillosos que recorrieron 800 km en camión, que soportaron aguaceros y ese frío horrible de la madrugada sobre la ropa mojada; solo para participar en este viaje. Después de eso ya nada puede salir mal y uno se convence de que todo es posible. Más, si Camilo te mira con esos ojos limpios de niño grande o Rodolfo te ilumina con una sonrisa que es un sol.

Esos ojos y esa sonrisa me esperaron en la Majagua y me alentaron a seguir adelante cuando ya me fallaban las fuerzas. Y ya no pararon de hacerlo, porque los buenos amigos no te dejan caer, no te permiten fallarte a ti mismo.

Camilo y Rodolfo me salvaron dos veces de mi falta de fe; me ayudaron a cruzar las profundidades del río Turquino y me dieron el último abrazo en la despedida; o mejor, en el hasta pronto.

 

PostTurquino IV

 

Despedida

La última cena en La Mula, más bien el último almuerzo, ya sin camagüeyanos ni matanceros

Este es el turquipost más triste y bien podría llamarse: “De cómo se fue dispersando la tropa turquinauta”. Preferiría no escribirlo, pero no se puede comenzar a contar algo sin llevarlo hasta su fin. Así es que, allá vamos.

La noche que regresamos del Pico Turquino y ya después de la comida, llegó Alfredito, uno de los choferes que nos habían llevado hasta La Mula. Traía la noticia de que su guagua, en la que debíamos volver a Santiago al día siguiente, estaba rota en La Bruja, a 7 Km de allí. Fue un cubo de agua fría, porque István, Sheyla y Reinier, tenían pasajes para la noche y si el carro suplente se demoraba, corrían el riesgo de perderlos dada la lejanía del lugar y lo malo del camino.

Los seis camagüeyanos y los dos matanceros habían decidido irse con los jóvenes de la salina de Nuevitas y por eso fueron los primeros en decir adiós. Fue una despedida temprana y risueña y unas horas después todavía nos hizo reír, pues notamos que entre tantas cosas compartidas, también hubo pertenencias que “decidieron” emprender viaje.

Después, la mañana estuvo silenciosa. Más allá de la falta de electricidad y el cansancio de la jornada anterior, la separación inminente nos robaba las palabras.

Al mediodía supimos que de Santiago había salido un ómnibus a rescatarnos, pero cuando dieron las 4 ya todos estábamos nerviosos, casi tanto como István. Por suerte a las 4:30 acabó la incertidumbre. Salimos de La Mula y cantamos durante buena parte del camino, para no pensar.

La pericia de los choferes nos permitió llegar a tiempo para que István abordara su guagua rumbo a Las Tunas y Sheyla y Reinier fueran para el aeropuerto y de ahí a la Habana. El resto volvimos a la Universidad de Oriente y nos convertimos en centro de atención, gracias a cierta forma peculiar de caminar. “Vienen del Turquino”, parecía que alguien explicaba y nosotros nos empinábamos orgullosos, sintiéndonos universitarios de nuevo, a pesar que algunos hace un buen tiempo abandonamos las aulas.

Desandando Santiago de Cuba en la noche

Esa noche caminamos por Santiago, comimos hamburguesas para beneplácito de Johnny y Camilo, y hasta hubo quienes escucharon por primera vez ese reguetón veraniego que invita a la playa y la piscina. Fueron los últimos instantes con Mary, Yumey y Elizabeth, que se fueron bien temprano al día siguiente.

Johnny, Dianet y yo fuimos privilegiados con unas horas más para compartir con los nuevos amigos, pues Camilo y Rodolfo regresaron a su Guanabacoa en la noche y afortunadamente en avión. Nos dio tiempo a visitar la Loma del Intendente, el callejón Santiago, el parque Céspedes, a tomar helado y hasta a arroyar con una conga santiaguera que se preparaba para el carnaval.

El resto… El resto no vale la pena recordarlo. Creo que nos regresamos a Holguín en una de esas yutongs que desandan la carretera, no estoy segura. Desde que volví de este viaje siento algo bien raro en medio del pecho. Quizá la explicación sea la que me susurró una nube de alivio: quizá dejé un pedazo de corazón con todos y cada uno de los que se fueron y hasta que nos volvamos a ver no estará completo.

La mañana siguiente del Turquino fue una proeza bajarme yo solita de la litera

PostTurquino V

 

 PostTurquino I

 

PostTurquino II

 

PostTurquino III

 

PostTurquino IV

 

PostTurquino V

(Tomado de Espacio Libre)