Una historia de tíos y guerrillas. #GKHolguin2016

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Cumpleaños de Isabella con cake

Un soplo de aire fresco. Eso es la guerrilla de blogueros, no importa quiénes vayan o cuán importantes sean quienes faltaron -Karina, Alba, Kmilo, Kike, Darío, Rodolfo, Carlos, Chely-, uno va y camina, y te pican los mosquitos, y te azota al sol, pero regresas con las pilas recargadas, con un optimismo que te alcanza, por lo menos, hasta los próximos seis meses.

Pero esta guerrilla, además, lleva el nombre de mi hija. Isabella colonizó los espacios, me transformó en cuestion de nada en una guerrillera preocupada, formal y abstemia, solo por la inmensa responsabilidad de cuidarla.

Isabella cumplió cinco años y fue en la guerrilla. Le faltaron, a juzgar por sus otros cumpleaños, muchas cosas. Velas y globos de muchos colores. Servilletas rosadas. Manteles. Poses. Amigos de su edad. Pero nadó en amores, amores de tíos grandes, que suelen ser tiernos y transigentes. Fue la niña del grupo, además de literalmente.

Su nombre en la maleta super pesada en la que faltaron muchas cosas, desde un pulover para la playa hasta el protector solar y el repelente, en las noches tranquilas para velar su sueño, sin escapadas, sin rones, sin enderezar las estrellas de tanto mirar, de tanto soñar desde tierra.

Por ella, vencí en parte mi miedo a los bichos solo para decirle, con toda la seriedad de la que soy capaz, que no hacen nada, ni los cocuyos, ni las lagartijas, ni el resto de los insectos que cada noche, en el campismo de Río Cabonico, acudían a venerar, en una danza de círculos hambrientos, la luz de la cabaña.

Por ella, subí la Loma de la Cruz. De descanso en descanso. Aguantando el resuello y las piernas. Por no dejarla sola, por no defraudarla cuando, varios escalones más arriba, me decía a modo de reproche y de ánimo. !Dale, mami, sube! Yo la miraba desde mi sima con orgullo, y un poquito de envidia. Y por fin, nos tiramos la foto detrás de la cruz, debajo de la bandera, con la ciudad casi anocheciendo a nuestros pies.

Por ella, llegaban hasta mi mesa el helado que Gretchen  no se pudo comer y al que Harold renunció para congratular a la cumpleañera, los dulces comprados por los “tíos” de manigua, Edel, Mayra, el Koka.

Por ella, recibí regaños y cocotazos. Porque no la supe peinar. Porque le corto las uñas al revés. Porque le dije que si no se portaba bien le bajaba un avión, con tripulación y todo. Porque no quise complacerla. Porque no quiso comer. Porque toma mucho refresco. Porque es tarde. Porque es temprano.

Con ella, conocí esa otra Cuba a la que nos invita cada encuentro. La que no sale en los lemas turísticos, y la que sale en los lemas turísticos.

En la ciudad de Holguín me marcó la Casa de Abuelos. Céntrica. Señorial. Limpia. Iluminada. Allí, además de libros y revistas, entregamos dos folletos con una brevísima selección de textos escritos por la Polilla Cubana. Ellos nos retribuyeron en atención y cariño. Una de ellas, hija de uno de los mártires de la provincia, nos pidió una dedicatoria que alguna mano escribió en azul. Otra le regaló a mi hija una jirafa de trapo, que un bloguero se apuró en bautizar como Koka y que mi pequeñuela todavía exige.

Me marcó el paisaje, en las vueltas de Mayarí. Los horizontes sembrados, la gente trabajando. Sacando yuca. Regando abonos. Los tractores. La vida. El Salto del Guayabo, magnífico y noble. Y allí, el cumpleaños con un cake enorme que no sabía por la puerta de aquel camión que nos llevó hasta allí.

Todo lo recuerdo. Todo lo vivo. Deberé contar más. Deberé.

Tomado del Blog La esquina de Lilith.

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