Los choferes en #LaHabana: más rápidos y más furiosos. #Cuba

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Por Camilo Santiesteban Torres

El domingo 24 de noviembre fue el cumpleaños de mi suegra, y por supuesto se hizo una pequeña celebración familiar, lo clásico. Yo, naturalmente fui invitado con antelación y me brindé a incursionar en la tarea «cake», cuya parte más jodida era, claro está, transportar el objetivo.

«El transporte en la Habana está de bala» -tergiversando un poco a Frank Delgado-, sobre todo para los bolsillos estatalmente asalariados, pero bueno, estaba claro que no me iba a montar en una guagua con una belleza dulce como esa en mis manos, así que salí en busca de un carro hasta la Virgen del Camino. Después de unos minutos, las altas temperaturas comenzaron a atentar contra la estética de mi encomienda y lo único que me paró fue un camioncito de 5 pesos (que se convirtió en 10 porque me senté delante… sin queja alguna). Súbitamente la inercia del movimiento cambió a velocidad 5, la cara complaciente del chofer también, su ceño se frunció y de pronto: ¡¡¡ñó, era Vin Diesel!!!Vin Diesel

Comenzó a mirar recurrentemente el retrovisor y yo a mi cake que ansiaba caerle a besos al piso del carro por la alegría que le daban mis saltos en el asiento. En medio de toda la turbulencia, me doy cuenta que la razón de su apuro era un ómnibus de «a peso» que le estaba matando la carrera. Hubo un himpas en el que, con una expresión me dejó pasmado y dijo: «Esto es psicología y estrategia». Después palabreó otras frases menos elaboradas para explicarse, pero la cosa consistía en entender la psicología del chofer de guaguas estatales, el de transportes particulares y la más importante, la del público. La estrategia se formula a partir de ese conocimiento, además de otros inherentes al trabajo en la rama y que se adquieren con la experiencia. Señores, el tipo me iba hablando, mirando a los espejos, quemando el motor y yo sudando.

A pesar de la pericia que mostraba el chofer, sucedió lo inevitable: lo adelantaron, lo que agradecí, puesto que se relajó y mi cake mantuvo posición segura y estable. Entonces continuó hablándome del funcionamiento de toda esta maquinaria cubano-diabólica.

Dialogando dijo: «Mira, entre muchos choferes de camiones hay cierto respeto, por lo que a veces no hay de qué preocuparse, casi nunca estamos pegados, pero con las guaguas del Estado tenemos que andar volando bajito, porque se nos meten en el camino y nos roban el pasaje. Lo peor es que esto atenta contra el público en ocasiones, porque en su afán por buscarse unos pesos más, se saltan paradas llenas de gentes, andan a mil y metiendo cañonas en la vía a cuanto automóvil puedan, eso para no decirte que meten tanta gente que no se puede ni respirar».

-¿Y ustedes no lo hacen también?- pregunté.

-Lo último más que menos.

«Ese tipo de cosas suceden entre particulares y es pasable porque al final si no quieren, no hacen las cosas y ya, pero es una lástima que pase entre los choferes de ruteros. Muchas veces son compañeros de trabajo y se juegan unas que ni para qué contar, y vienen las enemistades, las broncas, lo paga el cliente y le da mala fama al transporte en la capital».

Luego admitió que ni ellos ni los almendrones -miles de la ciudad- son fáciles. Al final muchos factores convergen en la insatisfacción de las personas. No pude evitar el reconocimiento positivo en un saludo agradecido a sus últimas palabras. Pensé en todas las consecuencias que pudieran traer tales procederes, desde las infracciones del tránsito hasta los fatales accidentes que pudieran ocurrir (que han ocurrido) por lucrar de manera despiadada. Pensé en la ética laboral de esos conductores, en los valores decaídos de nuestra sociedad (que decaen más cuando de dinero se trata), en quién pone y cómo poner freno a todo esto. Pensé entonces que sí se puede y, simplemente, tomé otro taxi para llegar a mi destino con mi cake en una sola pieza.

PD: El resto del viaje NO FUE MÁS FÁCIL. Hasta pronto, blogueros.

 

Fuente: Letra Joven.

 

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